Dólares, freno y sintonía fina
En las últimas
semanas, el tema central de la política nacional dejó de ser YPF. La disparada
del dólar paralelo ante las restricciones oficiales y las trabas al comercio ocuparon
la tapa de los diarios y el centro de los noticieros, pero detrás de este
efecto hay causas que se comienzan a ver cada día con mayor claridad. Las
medidas proteccionistas de Guillermo Moreno no terminan de dejar en claro a
quién buscan proteger, ya que si pretendía con ellas impulsar a la industria
local, es claro que el fracaso ha sido rotundo.
Las restricciones a las
importaciones más que proteger a la industria nacional, es decir, a ese pequeño
porcentaje de pymes que colocan su producción en el mercado local, beneficiaron
apenas a un 22% de la industria local,
mientras que en forma directa, por falta de insumos, o indirecta por mayores
costos de importación, un 78% de la industria resultó perjudicada.[i]
El problema de fondo
no se soluciona con sintonía fina, porque es un problema más bien grueso cuya
base es la debilidad y dependencia del capitalismo en la Argentina. El mayor
porcentaje de la producción industrial está destinado a la exportación,
principalmente a Brasil, y nuestra industria tiene como característica una
productividad muy baja (capacidad tecnológica) en relación a su socio carioca.
Los efectos de la
desaceleración de la economía mundial afectan indefectiblemente a las industrias
de nuestras precarias y dependientes economías. Si bien la industria “nacional”
se sostuvo hasta ahora con subsidios y salarios bajos, el déficit comercial,
las provincias y municipios en rojo y la merma de ingresos públicos dejan al
descubierto el endeble desarrollo del modelo y lo ponen en una encrucijada que
el proteccionismo no soluciona.
Desde el comienzo
del actual mandato, el gobierno nacional vio los límites del modelo e intentó
aplicar una serie de medidas de ajuste que denominó sintonía fina. Pero esta
sintonía lejos de ser un plan destinado a buscar una real industrialización y un
desarrollo independiente, profundizó la extranjerización, la economía
extractiva y la dependencia financiera.
Ante el freno de la
economía, que ya tiene repercusiones en despidos y quitas salariales como en el
caso de la autopartista Pertrak[ii] en Córdoba o el más general en la
construcción[iii], el kirchnerismo
reacciona con medidas contradictorias: proteccionismo y colocación de deuda en
el mercado financiero (Boden y cupones PBI) que no hacen más que mostrar la
incapacidad e imposibilidad de una salida hacia el “capitalismo serio”.
Esta coyuntura hizo
resurgir los reclamos empresariales (el G6 de Córdoba y las entidades del
capital agrario) y comienza a delinear las opciones de recambio político de la
clase dominante, como lo muestran las declaraciones de Scioli acerca de sus
ambiciones para el 2015.
Este techo del
modelo, las dificultades para ajustar (los techos salariales tuvieron poca
consistencia, incluso con los sindicalistas más afines, que no pueden
suicidarse ante los despidos y una inflación que corroe permanentemente el
salario), la apuesta del gobernador bonaerense que no se hubiera hecho pública
sin el apoyo de sectores de la clase dominante (los mismos sectores que está
perdiendo el kirchnerismo) se montan sobre el pacto social que no fue.
Sin poder contener
los reclamos de la clase obrera y con empresarios que toman distancia más por
las imposiciones de la crisis que por constituir una alternativa real al actual
gobierno, el oficialismo pierde -aunque de forma gradual- el consenso mostrado
en las últimas elecciones tanto por arriba como por abajo.
Nuestro camino
Ante este panorama,
en el que ya se ve con claridad la intención de ajustar hacia abajo, sobre la
espalda de nuestro pueblo, se nos presentan grandes desafíos a las
organizaciones del campo popular.
Debemos hacer
importantes esfuerzos que tengan como norte la unidad, tanto en el plano
político consolidando acuerdos entre los destacamentos que seguimos en la senda
guevarista, como también en el marco más amplio de unidad social para defender
los puestos de trabajo, el salario y frenar cualquier medida que busque
hacernos pagar la crisis del capital.
Esta unidad en el
plano social debe respetar las diferencias políticas e ideológicas, retomando
las mejores experiencias de resistencia y lucha popular en los 90 y el 2001,
como fue la ANT
(Asamblea Nacional de Trabajadores) pero también contemplando los errores que
cometimos en aquellas ricas experiencias de construcción social, que para
nosotros fueron producto del intento de, ante la carencia de una organización
política, suplir ese espacio con las organizaciones reivindicativas, lo que nos
llevó entre otras cosas al sectarismo y la fragmentación.
También es
necesario, paralelamente, ir construyendo una alternativa política popular, que
exprese con un programa los reclamos de lo más avanzado del movimiento popular:
la soberanía sobre los bienes comunes, la participación de los trabajadores en
las ganancias y el acceso a los libros de las empresas, el no pago de la deuda
externa, la quita del IVA a los productos de consumo popular, etcétera.
Esta construcción
debe ser flexible, amplia, pero firmemente soldada por un programa de real
independencia del imperialismo y la clase dominante local.
Existen
manifestaciones de esta necesidad en diversos sectores del activismo popular
que no fue cooptado por la demagogia populista y que son, a nuestro entender,
las organizaciones, compañeros y compañeras que mantienen firmemente la
tradición de lucha de las últimas décadas, con el ejemplo de Carlos Almirón,
Teresa Rodríguez, Darío y Maxi como férreas banderas ante la corrupción y la
entrega de los politiqueros de turno.
En ese camino de
independencia y dignidad, intentamos aportar nuestra pequeña fuerza, sostenida
en la enorme convicción de que la única salida para los pueblos es el
socialismo.
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