viernes, 23 de octubre de 2015

El procesos electoral y la posición de los guevaristas

Ante la farsa electoral
VOTÁ EN BLANCO, IMPUGNA O NO VOTES
votamos luchar
Por la unidad de los revolucionarios
Por la revolución socialista
Los marxistas siempre han dicho que cuanto más desarrollada y más "pura" es la democracia, tanto más franca, aguda e implacable se hace la lucha de clases, tanto más "puras" se manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de la burguesía”.
v. I. Lenin, TESIS E INFORME SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO
El proceso electoral
y la posición de los Guevaristas
Para definir correctamente una táctica y con ello aportar al desarrollo del movimiento de masas, un partido revolucionario debe realizar un profundo análisis de la situación, tener en cuenta las tendencias principales en la lucha de clases en un momento determinado, la experiencia histórica del proletariado y las posibilidades de implementar nuevas formas, más avanzadas de organización y lucha.
El marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación histórica concreta significa no comprender el abecé del materialismo dialéctico” (Lenin; La guerra de guerrillas).
Una vez establecidos los principios que para los marxistas deben guiar el análisis, es necesario encarar el problema desde un punto de vista histórico, es decir en forma dinámica.
El régimen de dominación democrático burgués surge con el capitalismo entre los siglos XVII y XIX, cuya manifestación más emblemática fue la revolución francesa. Es entonces que en 1789 se establecen teórica y prácticamente las bases que los Estados burgueses adoptarán hasta principios del siglo XX. Esta mascara democrática duró poco tiempo, ya que el nuevo régimen, más allá de “establecer la igualdad y eliminar los antagonismos de clase”, los hizo más descarados. Es así que el proletariado no tardó en levantarse y enarbolar primero un programa propio con el manifiesto comunista en 1848, y luego demostrando en la práctica que la época de la burguesía y la ilusoria democracia de los ricos empezaba a vivir su ocaso ante los cañones de la Comuna de París, en 1871.
La Comuna de París mostró con particular evidencia, el carácter históricamente condicionado y el limitado valor del parlamentarismo burgués y la democracia burguesa, instituciones progresivas en alto grado en comparación con el Medioevo, pero que exigen inevitablemente un cambio radical en la época de la revolución proletaria”. (Lenin; Tesis e informe sobre…)
Con la Comuna primero y las revoluciones socialistas del siglo XX, el régimen democrático burgués fue superado históricamente. Con la crisis y actual fase de decadencia del imperialismo, se acrecientan las condiciones para la superación política de la democracia burguesa.
La cuestión en Argentina
El largo desarrollo del régimen democrático burgués en nuestro país atravesó por diferentes etapas desde su surgimiento, en las primeras décadas del siglo XX, hasta su decadencia y colapso en el 2001. Como señalaba Mario Santucho, la burguesía utiliza dos formas de dominación en lo que llamamos régimen político, la dictadura militar y el parlamentarismo. Por muchos años, ante la crisis del capitalismo dependiente, el auge de la lucha de masas y los niveles de organización y conciencia de la clase obrera argentina, la burguesía se vio en la necesidad de recurrir al bonapartismo militar como forma principal de dominación, con períodos cortos de gobiernos parlamentarios. Esto se revirtió luego de la sanguinaria dictadura militar iniciada en 1976, que logró mediante la aniquilación y derrota de la vanguardia política de los trabajadores y la eliminación de las fracciones capitalistas sobrantes, estabilizar el régimen de dominación en su forma democrático burguesa.
Con el fin de la dictadura, la clase dominante garantizó su hegemonía mediante el sufragio, primero con la social democracia alfonsinista y luego con el peronismo. Esta forma de gobierno entró en crisis con los picos de crisis del capitalismo local, primero en 1989 y luego en el 2001. Pero la situación nueva en relación a los momentos de alternancia entre “civiles y militares”, es por un lado el agotamiento de los golpes militares como opción ante las masas y por otro el rápido desgaste de la forma parlamentaria de dominación. Entre la estabilización de este régimen y su colapso en el 2001 pasaron menos de 20 años, que en términos históricos y como dice el tango, no son nada.
Esta crisis del modo de dominación pareció superada en el plano político, pero esa recuperación a partir del 2005, es decir la vuelta a la participación electoral de una franja de la población, no implicó la recomposición de la institucionalidad burguesa en las condiciones previas a la rebelión popular del 2001. Es decir, fuera del reparto de dádivas, cargos en el Estado y asistencialismo a discreción realizado por el populismo, el intento de reconstruir el bipartidismo con la alternancia en el manejo del Estado entre dos expresiones políticas de la burguesía, al estilo de los países imperialistas, fracasó estrepitosamente y el aspecto principal de este fracaso está en que además de barrer con la institucionalidad burguesa, la rebelión del 2001 gestó el germen de una nueva organización política de la sociedad, con las asambleas populares y el piquete como método de lucha tanto de organizaciones como de trabajadores no organizados.
La aceptación popular del régimen está atravesada por la obligatoriedad del sufragio, que incluso es insuficiente para garantizar la total concurrencia a los comicios. Con la aceleración de la crisis y el fin del ciclo de crecimiento del capitalismo local, en el marco de una crisis mundial sin perspectivas de resolución, el desgaste de esta herramienta de dominación es cada vez más palpable. En las últimas elecciones legislativas, entre los que no fueron a votar, los que votaron en blanco y los votos nulos y anulados (impugnados) suman 9.096.126, es decir el 29 % del padrón, mientras que el kirchnerismo, ese año arañó los 7.500.000 (el 24 % del padrón, 32% de los positivos). A esto hay que agregarle, que FPV del 2011 (cuando sacó 11.593.023 votos -54% de los positivos, 39% del padrón-) al 2013, perdió 4 millones de votos. Esta crisis de la institucionalidad atraviesa todos los organismos del Estado. En una encuesta reciente sobre la confianza en las instituciones, el 63% de los consultados dijo no creer que los argentinos sean iguales ante la ley; el 84% mostró no creer que la Justicia juzgue a las personas sin importar el dinero que tengan (La Nación 05/04/2015). Es decir que la concepción vertebral de la burguesía, de que el Estado “somos todos”, es lo que está en cuestión.
Las primarias abiertas son también, desde su origen, un intento de ordenar y componer lo que cada vez está más desordenado y descompuesto: el Estado y la institucionalidad de la clase dominante. El mismo fin tuvo la aprobación en 2012 de la ley que permite que jóvenes de 16 y 17 años puedan ejercer el voto de forma optativa.
Los períodos de contracción y crisis del capitalismo arrastran siempre, por estos pagos, a los partidos que representan a las diferentes fracciones de la burguesía local e internacional, pero a diferencia de los anteriores períodos de crisis, luego del 2001 estos partidos no lograron recuperarse como herramientas sólidas para garantizar la gobernabilidad.
La decadencia viene desde hace décadas y en la actualidad se puede ver en su forma más burda: la sucesión de pactos, rupturas y saltos de un partido a otro como quien cambia de camisa.
“…En la época precedente, el parlamento, instrumento del capitalismo en vías de desarrollo, trabajó en un cierto sentido, por el progreso histórico. Bajo las condiciones actuales, caracterizadas por el desencadenamiento del imperialismo, el parlamento se ha convertido en un instrumento de la mentira, del fraude, de la violencia, de la destrucción, de los actos de bandolerismo. Obras del imperialismo, las reformas parlamentarias, desprovistas de espíritu de continuidad y de estabilidad y concebidas sin un plan de conjunto, han perdido toda importancia práctica para las masas trabajadoras…” (Extracto del II Congreso de la Internacional Comunista)
Enfermeros o sepultureros
El actual parlamentarismo está caracterizado por dos elementos, en primer lugar por las décadas de ausencia de un partido revolucionario proletario, en un contexto de repliegue ideológico y político luego de la caída de la URRS y la derrota de los procesos revolucionarios en el tercer mundo, derrota que culmina con el actual proceso de restauración capitalista en Cuba.
Esto ha dado lugar al desarrollo de una izquierda reformista en un nuevo sentido. Corrientes que a diferencia de los socialistas de la II internacional, no reniegan del marxismo, pero no asumen el papel de un partido revolucionario en la tradición leninista. Estas organizaciones, principalmente trotskistas (cuya máxima expresión es el FIT), oscilan entre el economicismo más llano, el electoralismo sistemático y el impulso permanente de reformas legislativas que no superan las aspiraciones de cualquier partido pequeño burgués. Su actividad parlamentaria no se centra en la denuncia de la sociedad capitalista y del Estado como instrumento de la burguesía para explotar y oprimir al pueblo trabajador, sino en mejorar (en este marco legal) las condiciones de vida de las masas, educando a sus militantes en esa línea y tratando de forjar en la clase expectativas en los “diputados obreros”.
A esta izquierda parlamentarista se suma un nuevo arco de organizaciones populistas, que provienen del movimiento piquetero hegemonizado por el posmodernismo, que apuestan a reproducir gobiernos como el de Bolivia o Venezuela, con discursos que niegan el papel central de la clase obrera en un proceso revolucionario y al partido de cuadros como la organización de vanguardia de la clase trabajadora, hablan de “pueblo” en general y tienden a aliarse con fracciones de la burguesía que consideran “progresistas”.
El capitalismo senil, putrefacto, no solo pauperiza a millones de proletarios en el plano material, también implica una enorme miseria cultural y moral, que afecta a todas las capas de la sociedad. La proliferación de oportunistas de todo pelaje es también producto de esta decadencia del modo de producción. Este es el segundo aspecto que caracteriza al actual parlamentarismo.
Los marxistas no rechazamos por principio la lucha en el parlamento ni el apoyo a una fracción revolucionaria que despliegue la propaganda socialista en ese terreno, pero hay que saber determinar si el discurso y el accionar de los diferentes partidos que entran en escena tienden a legitimar el sistema democrático burgués o a desnudarlo como una herramienta de dominación sobre las clases explotadas.
Nuestra táctica
Apuntamos a organizar y compartir la lucha con lo más avanzado del movimiento de masas. Desde la restauración del régimen democrático burgués en 1983, la protesta popular signó los últimos treinta años con momentos de profundización y períodos de relativa calma, pero demostrando que ante los ciclos de crisis, las masas asumen la acción directa y acumulan experiencias que determinan la lógica de acción colectiva, la imponen por la fuerza a la burguesía. En los últimos años las luchas no solo no cesaron sino que se incrementaron con diferentes grados de radicalidad, en forma espontanea o desde organizaciones de masas, como la lucha de los petroleros de Cerro Dragón (PAE) en 2012.
Es sobre estas bases que es necesario, en un contexto de rápida agudización de la lucha de clases, constituir un polo de referencia hacia las masas que levante la bandera de la acción directa como método y una serie de puntos programáticos que revelen que no hay salida dentro del cada vez más estrecho marco del capitalismo.
Partiendo de este breve análisis y de la caracterización política que venimos haciendo, confirmada en lo principal, entendemos que la tarea central de los revolucionarios, en el marco del proceso electoral, es impulsar el no voto, el voto en blanco o la impugnación, denunciando al régimen democrático burgués, al Estado de los capitalistas y la necesidad de su destrucción y sustitución por un Estado tipo Comuna, por la dictadura del proletariado.
Esa labor general se debe concretar en el desenmascaramiento de las elecciones y el parlamentarismo burgués con toda su putrefacción. En la denuncia del régimen pero levantando un programa de superación del capitalismo.
A la tarea estratégica de la construcción partidaria, debemos acompañarla con el impulso de un amplio frente de denuncia de la farsa electoral, uniendo a todas las organizaciones que compartan este análisis y la necesidad de esta táctica para el avance del movimiento revolucionario.
Un frente político-social que agrupe a las fracciones más avanzadas de los trabajadores y demás capas oprimidas del pueblo y participe activamente en las luchas populares.
El impulso de la lucha política, desde un punto de vista y una posición de clase, significaría un importante paso adelante para el movimiento revolucionario, para su madurez ideológica y política.
La izquierda en nuestro país, tanto revolucionaria como reformista, adolece desde hace décadas de un profundo economicismo. La futura crisis del Estado burgués y la situación revolucionaria que la forje, nos debe encontrar un paso más adelante en el plano de la táctica revolucionaria, única manera de avanzar hacia el objetivo estratégico de la revolución socialista.
Lo principal, para nosotros, no es elaborar las mejores consignas en un laboratorio, sino partir de las principales reivindicaciones de la vanguardia obrera, de las tareas que se desprenden del carácter de la sociedad argentina y sistematizarlas con un contenido revolucionario. La tarea de los comunistas hoy, no dista de las que se plantearon los primeros congresos de la tercera internacional, la similitud es la nueva crisis capitalista, el agotamiento político de la social democracia y principalmente, la vigencia de la definición de Lenin de la etapa imperialista del capitalismo, como la época del capitalismo agonizante, la antesala del socialismo y de la revolución proletaria mundial.
Ante la farsa electoral, votamos luchar
Por la unidad de los revolucionarios

Por la revolución socialista