Ante
la farsa electoral
VOTÁ
EN BLANCO, IMPUGNA O NO VOTES
votamos
luchar
Por
la unidad de los revolucionarios
Por
la revolución socialista
“Los
marxistas siempre han dicho que cuanto más desarrollada y más
"pura" es la democracia, tanto más franca, aguda e
implacable se hace la lucha de clases, tanto más "puras"
se manifiestan la opresión por el capital y la dictadura de la
burguesía”.
v.
I. Lenin,
TESIS E INFORME SOBRE LA DEMOCRACIA BURGUESA Y LA DICTADURA DEL
PROLETARIADO
El
proceso electoral
y
la posición de los Guevaristas
Para
definir correctamente una táctica y con ello aportar al desarrollo
del movimiento de masas, un partido revolucionario debe realizar un
profundo análisis de la situación, tener en cuenta las tendencias
principales en la lucha de clases en un momento determinado, la
experiencia histórica del proletariado y las posibilidades de
implementar nuevas formas, más avanzadas de organización y lucha.
“El
marxismo exige que la cuestión de las formas de lucha sea enfocada
históricamente. Plantear esta cuestión fuera de la situación
histórica concreta significa no comprender el abecé del
materialismo dialéctico” (Lenin;
La guerra de guerrillas).
Una
vez establecidos los principios que para los marxistas deben guiar el
análisis, es necesario encarar el problema desde un punto de vista
histórico, es decir en forma dinámica.
El
régimen de dominación democrático burgués surge con el
capitalismo entre los siglos XVII y XIX, cuya manifestación más
emblemática fue la revolución francesa. Es entonces que en 1789 se
establecen teórica y prácticamente las bases que los Estados
burgueses adoptarán hasta principios del siglo XX. Esta mascara
democrática duró poco tiempo, ya que el nuevo régimen, más allá
de “establecer la igualdad y eliminar los antagonismos de clase”,
los hizo más descarados. Es así que el proletariado no tardó en
levantarse y enarbolar primero un programa propio con el manifiesto
comunista en 1848, y luego demostrando en la práctica que la época
de la burguesía y la ilusoria democracia de los ricos empezaba a
vivir su ocaso ante los cañones de la Comuna de París, en 1871.
“La
Comuna de París mostró con particular evidencia, el carácter
históricamente condicionado y el limitado valor del parlamentarismo
burgués y la democracia burguesa, instituciones progresivas en alto
grado en comparación con el Medioevo, pero que exigen
inevitablemente un cambio radical en la época de la revolución
proletaria”.
(Lenin;
Tesis e informe sobre…)
Con
la Comuna primero y las revoluciones socialistas del siglo XX, el
régimen democrático burgués fue superado históricamente. Con la
crisis y actual fase de decadencia del imperialismo, se acrecientan
las condiciones para la superación política de la democracia
burguesa.
La
cuestión en Argentina
El
largo desarrollo del régimen democrático burgués en nuestro país
atravesó por diferentes etapas desde su surgimiento, en las primeras
décadas del siglo XX, hasta su decadencia y colapso en el 2001. Como
señalaba Mario Santucho, la burguesía utiliza dos formas de
dominación en lo que llamamos régimen político, la dictadura
militar y el parlamentarismo. Por muchos años, ante la crisis del
capitalismo dependiente, el auge de la lucha de masas y los niveles
de organización y conciencia de la clase obrera argentina, la
burguesía se vio en la necesidad de recurrir al bonapartismo militar
como forma principal de dominación, con períodos cortos de
gobiernos parlamentarios. Esto se revirtió luego de la sanguinaria
dictadura militar iniciada en 1976, que logró mediante la
aniquilación y derrota de la vanguardia política de los
trabajadores y la eliminación de las fracciones capitalistas
sobrantes, estabilizar el régimen de dominación en su forma
democrático burguesa.
Con
el fin de la dictadura, la clase dominante garantizó su hegemonía
mediante el sufragio, primero con la social democracia alfonsinista y
luego con el peronismo. Esta forma de gobierno entró en crisis con
los picos de crisis del capitalismo local, primero en 1989 y luego en
el 2001. Pero la situación nueva en relación a los momentos de
alternancia entre “civiles y militares”, es por un lado el
agotamiento de los golpes militares como opción ante las masas y por
otro el rápido desgaste de la forma parlamentaria de dominación.
Entre la estabilización de este régimen y su colapso en el 2001
pasaron menos de 20 años, que en términos históricos y como dice
el tango, no son nada.
Esta
crisis del modo de dominación pareció superada en el plano
político, pero esa recuperación a partir del 2005, es decir la
vuelta a la participación electoral de una franja de la población,
no implicó la recomposición de la institucionalidad burguesa en las
condiciones previas a la rebelión popular del 2001. Es decir, fuera
del reparto de dádivas, cargos en el Estado y asistencialismo a
discreción realizado por el populismo, el intento de reconstruir el
bipartidismo con la alternancia en el manejo del Estado entre dos
expresiones políticas de la burguesía, al estilo de los países
imperialistas, fracasó estrepitosamente y el aspecto principal de
este fracaso está en que además de barrer con la institucionalidad
burguesa, la rebelión del 2001 gestó el germen de una nueva
organización política de la sociedad, con las asambleas populares y
el piquete como método de lucha tanto de organizaciones como de
trabajadores no organizados.
La
aceptación popular del régimen está atravesada por la
obligatoriedad del sufragio, que incluso es insuficiente para
garantizar la total concurrencia a los comicios. Con la aceleración
de la crisis y el fin del ciclo de crecimiento del capitalismo local,
en el marco de una crisis mundial sin perspectivas de resolución, el
desgaste de esta herramienta de dominación es cada vez más
palpable. En las últimas elecciones legislativas, entre los que no
fueron a votar, los que votaron en blanco y los votos nulos y
anulados (impugnados) suman 9.096.126, es decir el 29 % del padrón,
mientras que el kirchnerismo, ese año arañó los 7.500.000 (el 24 %
del padrón, 32% de los positivos). A esto hay que agregarle, que FPV
del 2011 (cuando sacó 11.593.023 votos -54% de los positivos, 39%
del padrón-) al 2013, perdió 4 millones de votos. Esta crisis de la
institucionalidad atraviesa todos los organismos del Estado. En una
encuesta reciente sobre la confianza en las instituciones, el 63% de
los consultados dijo no creer que los argentinos sean iguales ante la
ley; el 84% mostró no creer que la Justicia juzgue a las personas
sin importar el dinero que tengan (La
Nación 05/04/2015). Es
decir que la concepción vertebral de la burguesía, de que el Estado
“somos todos”, es lo que está en cuestión.
Las
primarias abiertas son también, desde su origen, un intento de
ordenar y componer lo que cada vez está más desordenado y
descompuesto: el Estado y la institucionalidad de la clase dominante.
El mismo fin tuvo la aprobación en 2012 de la ley que permite que
jóvenes de 16 y 17 años puedan ejercer el voto de forma optativa.
Los
períodos de contracción y crisis del capitalismo arrastran siempre,
por estos pagos, a los partidos que representan a las diferentes
fracciones de la burguesía local e internacional, pero a diferencia
de los anteriores períodos de crisis, luego del 2001 estos partidos
no lograron recuperarse como herramientas sólidas para garantizar la
gobernabilidad.
La
decadencia viene desde hace décadas y en la actualidad se puede ver
en su forma más burda: la sucesión de pactos, rupturas y saltos de
un partido a otro como quien cambia de camisa.
“…En
la época precedente, el parlamento, instrumento del capitalismo en
vías de desarrollo, trabajó en un cierto sentido, por el progreso
histórico. Bajo las condiciones actuales, caracterizadas por el
desencadenamiento del imperialismo, el parlamento se ha convertido en
un instrumento de la mentira, del fraude, de la violencia, de la
destrucción, de los actos de bandolerismo. Obras del imperialismo,
las reformas parlamentarias, desprovistas de espíritu de continuidad
y de estabilidad y concebidas sin un plan de conjunto, han perdido
toda importancia práctica para las masas trabajadoras…”
(Extracto del II Congreso de la Internacional Comunista)
Enfermeros
o sepultureros
El
actual parlamentarismo está caracterizado por dos elementos, en
primer lugar por las décadas de ausencia de un partido
revolucionario proletario, en un contexto de repliegue ideológico y
político luego de la caída de la URRS y la derrota de los procesos
revolucionarios en el tercer mundo, derrota que culmina con el actual
proceso de restauración capitalista en Cuba.
Esto
ha dado lugar al desarrollo de una izquierda reformista en un nuevo
sentido. Corrientes que a diferencia de los socialistas de la II
internacional, no reniegan del marxismo, pero no asumen el papel de
un partido revolucionario en la tradición leninista. Estas
organizaciones, principalmente trotskistas (cuya máxima expresión
es el FIT), oscilan entre el economicismo más llano, el
electoralismo sistemático y el impulso permanente de reformas
legislativas que no superan las aspiraciones de cualquier partido
pequeño burgués. Su actividad parlamentaria no se centra en la
denuncia de la sociedad capitalista y del Estado como instrumento de
la burguesía para explotar y oprimir al pueblo trabajador, sino en
mejorar (en este marco legal) las condiciones de vida de las masas,
educando a sus militantes en esa línea y tratando de forjar en la
clase expectativas en los “diputados obreros”.
A
esta izquierda parlamentarista se suma un nuevo arco de
organizaciones populistas, que provienen del movimiento piquetero
hegemonizado por el posmodernismo, que apuestan a reproducir
gobiernos como el de Bolivia o Venezuela, con discursos que niegan el
papel central de la clase obrera en un proceso revolucionario y al
partido de cuadros como la organización de vanguardia de la clase
trabajadora, hablan de “pueblo” en general y tienden a aliarse
con fracciones de la burguesía que consideran “progresistas”.
El
capitalismo senil, putrefacto, no solo pauperiza a millones de
proletarios en el plano material, también
implica una enorme miseria cultural y moral,
que afecta a todas las capas de la sociedad. La proliferación de
oportunistas de todo pelaje es también producto de esta decadencia
del modo de producción. Este es el segundo aspecto que caracteriza
al actual parlamentarismo.
Los
marxistas no rechazamos por principio la lucha en el parlamento ni el
apoyo a una fracción revolucionaria que despliegue la propaganda
socialista en ese terreno, pero hay que saber determinar si el
discurso y el accionar de los diferentes partidos que entran en
escena tienden a legitimar el sistema democrático burgués o a
desnudarlo como una herramienta de dominación sobre las clases
explotadas.
Nuestra
táctica
Apuntamos
a organizar y compartir la lucha con lo más avanzado del movimiento
de masas. Desde la restauración del régimen democrático burgués
en 1983, la protesta popular signó los últimos treinta años con
momentos de profundización y períodos de relativa calma, pero
demostrando que ante los ciclos de crisis, las masas asumen la acción
directa y acumulan experiencias que determinan la lógica de acción
colectiva, la imponen por la fuerza a la burguesía. En los últimos
años las luchas no solo no cesaron sino que se incrementaron con
diferentes grados de radicalidad, en forma espontanea o desde
organizaciones de masas, como la lucha de los petroleros de Cerro
Dragón (PAE) en 2012.
Es
sobre estas bases que es necesario, en un contexto de rápida
agudización de la lucha de clases, constituir un polo de referencia
hacia las masas que levante la bandera de la acción directa como
método y una serie de puntos programáticos que revelen que no hay
salida dentro del cada vez más estrecho marco del capitalismo.
Partiendo
de este breve análisis y de la caracterización política que
venimos haciendo, confirmada en lo principal, entendemos que la tarea
central de los revolucionarios, en el marco del proceso electoral,
es impulsar el no voto, el voto en blanco
o la impugnación, denunciando
al régimen democrático burgués, al Estado de los capitalistas y la
necesidad de su destrucción y sustitución por un Estado tipo
Comuna, por la dictadura del proletariado.
Esa
labor general se debe concretar en el desenmascaramiento de las
elecciones y el parlamentarismo burgués con toda su putrefacción.
En la denuncia del régimen pero levantando un programa de superación
del capitalismo.
A
la tarea estratégica de la construcción partidaria, debemos
acompañarla con el impulso de un amplio frente de denuncia de la
farsa electoral, uniendo a todas las organizaciones que compartan
este análisis y la necesidad de esta táctica para el avance del
movimiento revolucionario.
Un
frente político-social que agrupe a las fracciones más avanzadas de
los trabajadores y demás capas oprimidas del pueblo y participe
activamente en las luchas populares.
El
impulso de la lucha política, desde un punto de vista y una posición
de clase, significaría un importante paso adelante para el
movimiento revolucionario, para su madurez ideológica y política.
La
izquierda en nuestro país, tanto revolucionaria como reformista,
adolece desde hace décadas de un profundo economicismo. La futura
crisis del Estado burgués y la situación revolucionaria que la
forje, nos debe encontrar un paso más adelante en el plano de la
táctica revolucionaria, única manera de avanzar hacia el objetivo
estratégico de la revolución socialista.
Lo
principal, para nosotros, no es elaborar las mejores consignas en un
laboratorio, sino partir de las principales reivindicaciones de la
vanguardia obrera, de las tareas que se desprenden del carácter de
la sociedad argentina y sistematizarlas con un contenido
revolucionario. La tarea de los comunistas hoy, no dista de las que
se plantearon los primeros congresos de la tercera internacional, la
similitud es la nueva crisis capitalista, el agotamiento político de
la social democracia y principalmente, la vigencia de la definición
de Lenin de la etapa imperialista del capitalismo, como la época del
capitalismo agonizante, la antesala del socialismo y de la revolución
proletaria mundial.
Ante
la farsa electoral, votamos luchar
Por
la unidad de los revolucionarios
Por
la revolución socialista